Editar un libro (un buen libro) nunca ha sido tarea fácil, y no estoy hablando del contenido sino de la edición en si.
Cuando entramos a una librería o hurgamos entre los libreros de la calle, vamos viendo títulos y autores y de pronto nos detenemos en algún ejemplar en particular, pasamos la mano por la cubierta y tal vez sea el tacto o la imagen la que nos atrapa, hojeamos unas páginas buscando una frase o una palabra que nos diga de que trata o si nos gusta, pero lo que nos llama la atención es la calidad del papel, lo hermosa de la letra, los espacios amables y la respiración en los márgenes, un detalle de una letra capital en los comienzos, un casi inocente arabesco en los finales, un trazo en tinta china o una silueta sugestiva. Eventualmente nos sorprende un traslúcido papel sobre una bella imagen dibujada. Buscamos rápidamente cuando y donde se imprimió esa edición y nos despistamos leyendo las solapas perforadas que, al abrirlas y cerrarlas, dejan ver unas frases que se complementan. Y pensamos - este libro vale la pena comprarlo - mientras nuevamente acariciamos las tapas. Entonces leemos el resumen, última estocada a nuestros sentidos y descubrimos al final si lo queremos o suavemente lo dejamos en su sitio.
Editar un libro (un buen libro) y que tenga éxito nunca ha sido tarea fácil.
Es una suma de muchas cosas, a veces perdemos con ediciones digitales, o ganamos otras tantas con ebooks y PDF´s. Sin entrar en polémicas de si es mejor la edición en digital o en papel. (personalmente prefiero el papel, pero es cuestión de gustos y de circunstancias). Es el esfuerzo de muchas personas para llevar un texto a nuestras manos.
Lo cierto es que todo el conjunto es necesario, buenos escritores, buenos diagramadores, buenos dibujantes, buenos programadores, buenos diseñadores, buenos correctores, buenos impresores, buenos vendedores y buenos escritores para que al final, podamos tener buenos lectores.
Espero que reciban todos un feliz año nuevo y que el año que viene se escriban muchos buenos libros nuevos.
