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martes, 15 de noviembre de 2016

Para decir algo...

     Barroca, clásica, medieval, renacentista, neoclásica, romántica, realista, modernista, vanguardista y pare usted de contar movimientos literarios y poéticos. Lo cierto es que sin pretender ser un poeta consumado o un estudioso de las letras y las artes, cada vez que leí un poema de estos sentí que quien lo escribió quería decir algo, o si no quería, transmitía lo que sentía o sentía lo que transmitía. Cuando leo hoy día un poema espero sentir algo. Tal vez no debería esperar nada, dejar que los versos me sorprendan y que alguna frase me lleve a un referente del pasado, un recuerdo, una anécdota, una imagen o unos ojos mirando hacia lo lejos, o tal vez que una palabra me evoque un deseo hacia el futuro, un anhelo, una esperanza. También cabe la posibilidad de que no me mueva y solo me parezcan palabras vacías y desiertas, pero hasta en las palabras desiertas siempre creo que alguien quería decir algo.
     Sin embargo, (casi siempre hay un "pero" en toda historia) con un mal entendido postmodernismo aunado a un creciente desdén por el estructuralismo convencional, lo mas probable es que lea cientos de poemas que no me dicen nada.
     Y repito: que no me dicen nada. 
     Espero que se entienda que cuando me refiero a "decir algo" no pretendo que un poema deba decir o expresar explícitamente una idea o un pensamiento. De lo que hablo es de eso que sentimos, que valoramos, que nos mueve internamente y que externamente puede hacernos reír o llorar, deprimirnos o esperanzarnos, me refiero a eso que una mañana cualquiera nos hace ver el sol mas radiante y el verde mas verde, el azul mas intenso y la sonrisa mas irrefrenable en la silueta palpitante de una faz en la ventana.
     A lo que me refiero en definitiva, es a que últimamente he abierto libros de poemas, he leído casi todas las páginas y al cerrarlos tengo la sensación de haber desperdiciado el tiempo.
     Hace no demasiado participé en un taller de poesía, dictado por poetas exaltados en los medios y, su visión groso modo de lo que debía ser la poesía actual,  era sentarse a no pensar y dejar que fluyeran palabras al azar. Pues si ese es el futuro de la poesía soy definitivamente ignorante y me declaro en huelga de palabras incompletas, escapadas, disociadas, aleatorias e inconexas.
     Y en medio de esa huelga vienen a mis labios versos tan sonados...

     Y que yo me la llevé al río
     creyendo que era mozuela
     pero tenía marido...
                                

... o aquellas palabras tan desesperadas de Andrés Eloy Blanco en La renuncia...

     He renunciado a ti. No era posible.
     Fueron vapores de la fantasía;
     son ficciones que a veces dan a lo inaccesible
     una proximidad de lejanía...

     En fin, creo que tengo la mala costumbre de sentirme mas lleno y no mas vacío cuando cierro las últimas páginas de un libro de poemas que he leído y, si alguna vez tienen la suerte o el infortunio de leer un poema salido de mi pluma, tengan la certeza de que cuando lo escribí...
                                                                          ... quería decir algo.