Cada uno se inicia en la lectura en diferentes etapas de la vida, y cuando digo se inicia no me refiero a aprender a leer o a estudiar, hablo de cuando comienzas a leer libros lejos de los libros de texto o aprendizaje, cuando comienzas a encontrarle ese gusto a repasar las páginas unas tras otra, sin querer dejar de leer o cortar la historia a medias, cuando abres un libro en la mañana y al cerrarlo el sol se ha ido y ni siquiera has comido, o cuando te llaman quinientas veces, te buscan, te preguntan y comienzas a desesperarte porque no te dejan seguir el hilo, hablo de querer llegar a la casa, saludar apenas y buscar el desenlace de la novela que dejaste en la noche, y no has podido sacar de tu mente en todo el día, hablo de ese inicio en la lectura que te llena de ilusiones y alegrías, de historias y fantasías o verdades destempladas con realidades subyugantes. En fin, cada uno se inicia en diferentes momentos y edades.
En mi caso particular tengo definido exactamente como y con que libros me inicie en la lectura, aunque eso será motivo de otra entrada otro día, lo cierto es que hace años, dentro de los libros que recuerdo haber leído y que en algún momento me llenaron la cabeza de aventuras, se hallaba "La venganza de Winetou" del escritor alemán Karl May. Este libro comenzaba para mi a la mitad de una historia, me llevaba de la mano por el Oeste norteamericano y luego me dejaba con un final abierto e inconcluso. Lo he leído muchas veces y aun me sigue atrapando.
En fin, todo este preámbulo es para decir que ayer, para mi sorpresa, encontré en un librero por accidente la primera parte de esa historia, "La montaña de oro". Y lo que realmente me motiva a relatarlo aquí es esa sensación que me imagino todo lector asiduo pasa en algún momento. Esa sensación de descubrimiento de algo especial, algo oculto y algo secreto que te obliga a nadar por las librerías y libreros hurgando, desempolvando, sacudiendo y levantando cajas y libros arrumados o sepultados en estantes solitarios. Ese sobresalto cuando al fin encontramos esa primera edición del libro que tanto nos gusta, o aquellos poemas callados y pocos conocidos de un autor particular, o al abrir la primera página maravillarnos al ver la dedicatoria de puño y letra del autor cuando era un desconocido.
Hoy en día cuando queremos buscar libros de un autor o una saga cualquiera simplemente recurrimos a internet y los ubicamos rápidamente por este medio (si aún existen en el mercado), pero nada de esto podrá igualar al simple, sencillo y complicado placer que proporciona la búsqueda de esas palabras y letras que nos mueven la pasión, y nos convierten, a pesar de toda la tecnología de hoy, en unos verdaderos cazadores de tesoros arrastrando nuestros dedos por las viejas o nuevas tapas de aquellos buenos libros.
Al terminar de escribir estas palabras, me voy a rellenar los espacios huecos que tengo en mi recuerdo de aventuras, a sumergirme en las llanuras entre el rio Pecos y el Canadiense (Colorado), entre Apaches y Comanches. Así que no me llamen, no me escriban y no me busquen hasta que, al amanecer, regrese del Oeste.
Aquí les dejo este otro tesoro que tengo por aquí y que los reto a buscar para que se puedan llenar de una suave, dulce, candorosa y meláncolica prosa poética, o como la llamó el mismo autor: "Elejía andaluza", me refiero a "Platero y Yo" de Juan Ramón Jimenez del cual les dejo el capítulo primero "Platero".