El tema acerca de lo que es buena o mala literatura está sumamente trillado, discutido, hablado, analizado, sintetizado, estereotipado e, (discúlpenme la expresión si es un barbarismo) internetizado. Basta con colocar en el buscador de google "buena o mala literatura" para que aparezcan 4.730.000 resultados (no exagero el número). Vale la pena entrar y leer un poco, con dos o tres direcciones creo se puede tener una idea general del tema. Sin embargo, no voy a hablar exactamente sobre eso (4.730.000 resultados son suficientes).
Hay quienes dan parámetros técnicos y bien argumentados sobre la buena literatura, pero yo quiero hablar de algo mas personal e individual, algo que tiene que ver con un contacto mas directo con lo que leemos y sentimos, con aquella sensación que nos deja un libro al terminarlo y cerrarlo, nos quedamos mirando la tapa, lo giramos y vemos (por enésima vez) la contratapa, como si estuviéramos buscando una pista, una información que no habíamos visto y que nos permita seguir en la historia o lo que sea que hemos leído, buscamos aferrarnos a una ilusión o despertamos hacia una visión de un tema que jamás habíamos pensado, o todo lo contrario, una visión igual a la que toda la vida hemos tenido y nunca habíamos descifrado. ¿Cuantas veces cerramos un libro, suspiramos y pasamos las manos por las tapas como para sentir su "piel"? ¿Qué mas intimo que una caricia afectuosa? Es como si acariciáramos de alguna forma a aquellos seres que moran entre letras, son nada y son todo, no existen pero existen. Recuerdo la ecuación de Zorán cuyo enunciado dice: "Lo que no existe, existe", tomado de La noche de los tiempos (Les nuits des temps) de René Barjavel. Por cierto que aprovecho para decir que esta es la verdadera historia de amor a través de los tiempos, tanto así, que en mi opinión Romeo y Julieta de Shakespeare sólo es un efímero romance en un breve momento (sin desmerecer la calidad de ese amor y por supuesto de la obra y el autor).
Pero volviendo al tema, quiero hablar sobre esos libros que, cuando nos encontramos con amigos, siempre tienen algo que nos da la ocasión de comentarlos o traerlos a colación, lo cierto es que ocurre porque los tenemos frescos y muy presentes, ya que de alguna manera nos impactaron o movieron sentimientos profundos, encontrados, sinceros, tristes, alegres, oscuros, a flor de piel o en cualquiera de sus versiones, pero sentimientos al fin.
De manera que cuando leo algo, ya sea una frase, un cuento o una novela y al terminar repito las palabras o recreo las imágenes en mi mente y, por sobre todas las cosas, me siento bien y realmente satisfecho pero con ganas de mas, puedo decir "sin que me quede nada por dentro" que he leído un buen libro. Y antes de que los entendidos en literatura digan que eso no basta y no es suficiente, que hay que tomar en cuenta la forma de escribir, el estilo y la técnica, quiero hacer una diferencia arbitraria, y es que hablo de un buen libro y no quiero caer en discusiones bizantinas sobre buena o mala literatura.
Es probable que un número de personas esté de acuerdo conmigo y un número igual o mayor no lo esté, sin embargo, la verdad es que todas estas elucubraciones me sirven como perfecta excusa (aunque no la necesito) para poder recomendarles aquí libros que he leído y que de alguna manera me han dejado huella. De la misma forma me permito recomendarles poemas que para mí son muy buenos, como por ejemplo Canción del Pirata de José de Espronceda (1808-1842).
En conclusión (casi siempre hay una conclusión), cuando les decía en una publicación anterior que había que ser selectivo con que leer, debí agregar que lo mejor para leer es aquello que realmente nos guste y nos de satisfacción, independientemente de si es o no una famosa y encumbrada obra literaria o entra en la tan criticada expresion "best seller", que ha sido motivo de numerosos foros y discusiones.
Así que les deseo una buena lectura y una feliz semana hasta la próxima entrada.