Después de haber escrito ese primer poema sin publicar, me quedó como un espacio que debía llenar con algo, por supuesto que a esa edad (12 años) yo no lo sabía y simplemente comencé a escribir fragmentos y frases en mis cuadernos, libros y en cuanta servilleta o papel suelto caía en mis manos. Como para aquella época no existía Nintendo, Play Station, X-Box, "Tablets", Internet ni nada de esta tecnología recreativa, el tiempo de recreación de los niños y preadolescentes se repartía entre la televisión, los juegos de mesa y de carritos, muñecas y muñecos, saltar la cuerda, el beisbol, futbolito, metras, trompos, volleyball y cuanto invento hubiera en la calle que implicara una pelota y correr con los amigos. En mi caso pasó algo particular, todas esas cosas las alternaba con lo que leía, y es que en mi casa se compró una publicación que salía todas las semanas, eran resúmenes de libros clásicos en una colección llamada "Ariel Juvenil". Allí pude pasearme (siendo todavía mucho mas pequeño) por la mayoría de la literatura clásica: francesa, inglesa, americana, alemana, española y mas. Estos libros venían con la obra resumida en viñetas acompañada del texto condensado en paginas intercaladas, una manera muy inteligente a mi parecer de introducir a los jóvenes y niños en la lectura. Eso era como leer los suplementos publicados en México ("comics" versión en Español de Superman, Batman, Kaliman, El Santo, Linterna Verde y pare de contar).
Lo cierto es que poco a poco pasé de las viñetas a los textos y autores como Julio Verne, Charles Dickens, Karl May, Daniel Defoe, Mark Twain, Emilio Salgari y sobre todo Edgar Rice Burroughs (Tarzán de los Monos) me sumergieron en un mundo de aventuras y romances, en paralelo a ese otro mundo de aventuras que vivía todos los días al salir de casa. (amén de que a los 12 comencé a practicar la escalada en roca). Por supuesto, no pudo faltar en todo este montón de alimento para mi imaginación, la presencia de una "chicamusainspiradoraobjetodetodosmissuspiros" como aparece en casi toda aventura. Y aquí está el "quid" de este relato, comencé a ponerle un objetivo a todas esas notas y frases escritas en servilletas, ahora tenían un destino, un por qué, un fin y un punto al cual agarrarse para llenar esa inmensa necesidad de aventuras. Si Tom tenia su Becky Thatcher yo podía tener la mía, y sobre ella se desbordó una infinidad de cartas y poemas que nunca llegó a leer y que al sol de hoy no sabe que alguna vez las escribí.
El resultado fue que sin darme cuenta me cree el hábito de escribir, ya que mi amor platónico apareció justamente para 1980, el año que escribí mi primer poema aún cuando este no era para ella (Noche silenciosa). Era como si todo conspirara para que que comenzara a poner en papel mis ideas y desvaríos existenciales, hábito que aun mantengo hoy en día (no tanto el de escribir como el de los desvaríos). Durante casi tres años le escribí, alternando lo que sentía por ella con el deseo de vivir una gran aventura y un gran romance (el sueño de todo adolescente), hasta que se acabó, se esfumó, todo desapareció. No voy a relatarles aquí lo que sucedió, al menos por ahora, ya que no es importante para lo que nos atañe, el inicio de Caballo de los Sueños, mis primeros cuentos. En 1982 este amor platónico ya tenía sus horas contadas, mas no así mi sed de aventuras que se seguía llenando de libros e historias mágicas. Para esas fechas ya había leído todo lo que mandaban a leer en el bachillerato y mucho de lo que no también, no importaba si la lectura era larga o densa, como El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, o de fácil lectura como Juan Salvador Gaviota, aunque no por ello menos profunda. Leía todo lo que caía en mis manos sin que remotamente me pasara por la mente analizar como estaba escrito lo que estaba leyendo, sólo era una esponja absorbiendo todo lo posible para nutrir la fantasía. Hasta que me topé con mi profesor de literatura de segundo año.
Bueno, para concluir este fragmento de hoy les diré que todos los cuadernos, cartas y frases que le escribí a mi "chicamusainspiradoraobjetodetodosmissuspiros", tuvieron un fin acorde a toda historia de amor. Los tomé una noche y los fui quemando uno por uno. Al principio dudaba, pero creo que fue un romanticismo pragmático en el que las llamas, que envolvían en la oscuridad de la noche cada hoja con formas hipnotizantes, marcaban el final de algo que era efímero y que no podía ya alimentar mi aventura, a menos que pasara a ser un recuerdo, algo que pudiera contar, algo a lo que la nostalgia se aferrara para justificar mis ganas de vivir, sentir, amar y llorar. Era un niño con muchas ganas de soñar.
Y aquí les dejo por hoy, ya casi llego a mi primer cuento, Mil quinientos metros, que sorpresivamente escribí por otros motivos menos románticos, pero eso, les queda para la próxima semana, si aún están de ánimos para leer todas estas anécdotas desorganizadas.
Lo cierto es que poco a poco pasé de las viñetas a los textos y autores como Julio Verne, Charles Dickens, Karl May, Daniel Defoe, Mark Twain, Emilio Salgari y sobre todo Edgar Rice Burroughs (Tarzán de los Monos) me sumergieron en un mundo de aventuras y romances, en paralelo a ese otro mundo de aventuras que vivía todos los días al salir de casa. (amén de que a los 12 comencé a practicar la escalada en roca). Por supuesto, no pudo faltar en todo este montón de alimento para mi imaginación, la presencia de una "chicamusainspiradoraobjetodetodosmissuspiros" como aparece en casi toda aventura. Y aquí está el "quid" de este relato, comencé a ponerle un objetivo a todas esas notas y frases escritas en servilletas, ahora tenían un destino, un por qué, un fin y un punto al cual agarrarse para llenar esa inmensa necesidad de aventuras. Si Tom tenia su Becky Thatcher yo podía tener la mía, y sobre ella se desbordó una infinidad de cartas y poemas que nunca llegó a leer y que al sol de hoy no sabe que alguna vez las escribí.
El resultado fue que sin darme cuenta me cree el hábito de escribir, ya que mi amor platónico apareció justamente para 1980, el año que escribí mi primer poema aún cuando este no era para ella (Noche silenciosa). Era como si todo conspirara para que que comenzara a poner en papel mis ideas y desvaríos existenciales, hábito que aun mantengo hoy en día (no tanto el de escribir como el de los desvaríos). Durante casi tres años le escribí, alternando lo que sentía por ella con el deseo de vivir una gran aventura y un gran romance (el sueño de todo adolescente), hasta que se acabó, se esfumó, todo desapareció. No voy a relatarles aquí lo que sucedió, al menos por ahora, ya que no es importante para lo que nos atañe, el inicio de Caballo de los Sueños, mis primeros cuentos. En 1982 este amor platónico ya tenía sus horas contadas, mas no así mi sed de aventuras que se seguía llenando de libros e historias mágicas. Para esas fechas ya había leído todo lo que mandaban a leer en el bachillerato y mucho de lo que no también, no importaba si la lectura era larga o densa, como El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, o de fácil lectura como Juan Salvador Gaviota, aunque no por ello menos profunda. Leía todo lo que caía en mis manos sin que remotamente me pasara por la mente analizar como estaba escrito lo que estaba leyendo, sólo era una esponja absorbiendo todo lo posible para nutrir la fantasía. Hasta que me topé con mi profesor de literatura de segundo año.
Bueno, para concluir este fragmento de hoy les diré que todos los cuadernos, cartas y frases que le escribí a mi "chicamusainspiradoraobjetodetodosmissuspiros", tuvieron un fin acorde a toda historia de amor. Los tomé una noche y los fui quemando uno por uno. Al principio dudaba, pero creo que fue un romanticismo pragmático en el que las llamas, que envolvían en la oscuridad de la noche cada hoja con formas hipnotizantes, marcaban el final de algo que era efímero y que no podía ya alimentar mi aventura, a menos que pasara a ser un recuerdo, algo que pudiera contar, algo a lo que la nostalgia se aferrara para justificar mis ganas de vivir, sentir, amar y llorar. Era un niño con muchas ganas de soñar.
Y aquí les dejo por hoy, ya casi llego a mi primer cuento, Mil quinientos metros, que sorpresivamente escribí por otros motivos menos románticos, pero eso, les queda para la próxima semana, si aún están de ánimos para leer todas estas anécdotas desorganizadas.