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martes, 22 de enero de 2013

Moises Diez. Fabricante de reminiscencias y relojes.

     Solo era un paseo sencillo, una tarde, de esas que no tienes nada que hacer y sales a alguna parte con el sol oblicuo ya en declive. Pero al final no fue tan sencillo, y nuestro andar nos llevó hacia la Plaza Bolívar por  las calles, sorpresivamente vacías, del centro de Caracas, no es que no hubiera nadie, pero nada que ver con el acostumbrado ajetreo de ríos de personas que te tropiezan, te apresuran o te interrumpen el paso al esquivar a los vendedores de la calle en los días de semana, y además sin el incesante y atormentador corneteo innecesario del estrés descargado en el volante. Lo cierto es que a medida que nos acercábamos a la plaza el suelo de las calles cambio dejando paso a un empedrado nuevo, con los restos de los rieles del antiguo tranvía demarcando el inicio de un "boulevard", que comenzaba a ser agradable. De pronto nos golpeó sin preámbulos una música ni estridente, ni desagradable, e independientemente de que música era, digo nos golpeó por que fue tan de improviso que provocó un cambio en nosotros. Al inicio, mi sobrino se negaba a salir de casa y abandonar el televisor y los juegos de video, pero a sus trece años, sin él darse cuenta su animo cambio. En la Plaza San Jacinto, un grupo de personas sin mas excusas que un equipo de sonido bailaban en parejas, las calles estaban limpias, el aire seco y diáfano típico de Enero. De pronto me sentí como si fuera un guía turístico, esta es la antigua botica Santa Sofía, aquella que ves allá La casa natal de Bolívar, por este pasaje encuentras la Librería Historia, atendida por sus propios dueños y con verdaderos libros antiguos y de colección, y allá en la esquina, aunque es nuevo, el café Venezuela con un excelente café helado.
     Así, ahora íbamos los tres con una sonrisa, recordando nosotros cosas pasadas y el preguntando cosas desconocidas. Le hablé de la retreta, costumbre antaña en la plaza Bolívar, fuimos nuevamente golpeados cuando al llegar, ¡allí estaba una orquesta tocando la retreta! Conticinio, Dama Antañona y la infaltable Alma Llanera, un señor mayor, barriendo la plaza, cientos de palomas en el suelo y los árboles, con niños dándoles de comer.

     - Aquí es el único sitio en donde alguna vez vi ardillas negras.
     - ¡Si tío! ¡Alli va una!

     La cara de asombro fue mayor cuando las ardillas bajaron a comer maní y pan de las manos de la gente. Sentados en un banco decidimos que era hora de partir. La Catedral, El Palacio de Gobierno o Casa Amarilla, el Teatro Principal, el Palacio Municipal, el Capitolio y la Asamblea Nacional se incorporaron a mi recién adquirida labor de "Cicerone".
     Y allí de frente, la majestuosa y anciana Ceiba de San Francisco, detrás, la no menos anciana iglesia de San Francisco la cual le da el nombre y a la cual nunca había entrado. En esta oportunidad estaba abierta, pero antes, pudimos mostrarle las agujas tipo gótico del Palacio de las Academias, que contrastaban con las columnas y capiteles estilo románico que sujetan el frontispicio del Palacio Federal Legislativo, justo enfrente.
     La iglesia fue otro descubrimiento, un abrir de ojos e imágenes, los retablos, esculturas y pinturas siglo XVIII, unidos a los altos y dorados altares de madera de las naves laterales y el magnífico altar central.
     Mientras recorríamos las naves y detallábamos cada inscripción, cada grieta, cada mínimo resquicio o cicatriz de las imágenes, nos preguntábamos inevitablemente las historias, cuentos y anécdotas que podrían narrar a través de los siglos todas estas reliquias si cobraran vida.

     - Tío esto da miedo, son muy viejas, yo no me quedaría una noche aquí.
     - ¿Pero que te da miedo?
     - Es que todo es muy viejo.

     Nos sentamos a escuchar la misa con mi madre y la verdad, la conversación del padre fue muy amena, lejos de los típicos sermones siglo XVIII, fue ciertamente agradable y divertido, incluso se metió entre los bancos y le colocó el micrófono a una pareja de recién casados. Tanto es así, que al terminar la misa fui a preguntarle al Padre cual arcángel era el que presidía el altar, y el mismo no sabía, entre opiniones propuestas y sanas discusiones, el padre, otro sacerdote mayor, el monaguillo y todos los que estábamos ahí logramos discernir quienes eran todos los santos del altar.

     - ¿Tío como se te ocurre discutir con el cura y meterte en el altar?   
     - ¡Porque quería saber pues! Los padres son personas, no les tengas miedo.

     Fue durante la misa, en las partes rutinarias y ya establecidas cuando descubrimos lo que originó este relato, junto al banco en el que estábamos, adosado a una columna, balanceándose inmutable y trasmitiendo un campanilleo cada cierto tiempo que no pude precisar, había un reloj de pie, largo y alto, de algo mas de dos metros, con su caja de madera adaptada a las formas de la columna, lo que indica que fue fabricado específicamente para ella, poseía un péndulo de bronce, contrapesos también de bronce, su horario y minutero de diseño antiguo, neobarroco, recargado, todo ello recubierto por prístinos cristales y, maravillosamente, el reloj marcaba correctamente la hora y producía irreverentes y sonoros  "trim, trim, trim, plin", que interrumpian la cadencia sistemática de la misa ese Domingo por la tarde. En el medio de su fachada pudimos leer:
Fabricante de relojes


     Quisimos saber luego, quién, cómo y dónde había fabricado aquel testigo sonoro que, desde quien sabe cuanto tiempo, permanecía imperturbable. Un reloj ajeno e indiferente al pasar del tiempo

"Moisés Diez, español, estudió en suiza, fue el mejor relojero que ha existido en España, fabricó relojes y campanas y fundo una empresa en 1902, muere a los 50 años en 1929"

      Y sigue allí, impasible, alegre y estilizado, como prueba de Moisés y su legado, para que nadie pueda dudar la grandeza y habilidad de "el mejor relojero que en España ha existido".
     Si alguna duda les queda, sólo acérquense una tarde de Domingo, o un día cualquiera que la iglesia esté abierta, él, les aseguro, estará allí esperando, recostado a su columna con su péndulo de bronce y sus campanas aun sonando...

Enero 22/2013