En una caja de historias y recuerdos guardados
Desde pequeños vemos la vida a
través de historias, cuentos y novelas. Vamos llenando nuestra visión del mundo
desde el primer momento en que nos leen un cuento para dormir, a esa edad en
que nos cuesta discernir que es ficción y que es realidad. Es entonces cuando
se comienza a formar nuestra realidad, individual, diferente. Vamos creciendo
según las historias que nos llenan, ya sea en películas, en libros o en
telenovelas. Pero, a medida que vamos viviendo nos enfrentamos a otra realidad,
la del día a día, la de la casa, la de la calle, y en algún momento, sin saber cómo
ni por qué, mezclamos los elementos, tomamos lo que nos gusta de cada cuento,
lo convertimos en nuestra historia, nos alimentamos de relatos y relatamos lo
que sentimos. Vamos sumando con el tiempo lo que vivimos a nuestro libro, a
nuestro almacén de recuerdos, aciertos y desatinos.
Así se forma nuestra personalidad,
así se forma el carácter.
Una mezcla de miles de imágenes con
mil un caminos y desenlaces, en donde rara vez logramos saber
exactamente qué idea nos marcó el camino. Con suerte logramos acertar algunas
veces qué historia fue la que nos movió los pisos, o bajo qué influencia
nuestros sentimientos se volvieron el reflejo de nosotros mismos.
Ahora mientras escribo, después de
tantos años, busco aún parte de mi historia, miro el camino recorrido y los
hilos de vida entretejidos, los hilos de otras historias que coinciden conmigo,
personas que he amado o que he perdido, que están aún a mi lado o que
suavemente en el tiempo se han diluido. Miro el camino recorrido y aunque parezca
que el tiempo pasa me doy cuenta que nosotros le pasamos al tiempo, él es
inmutable, estático, incapaz de cambiar o variar por si solo. Si no creáramos
nuestras historias, con altos y bajos, alegrías y distancias, tristezas y
fragancias, el tiempo sería plano, una línea llena de horas, minutos y segundos
sin bemoles, sin nada que llene nuestros corazones.
Después de tantos años, que tal vez
no sean tantos, tengo tantos recuerdos y tantos sentimientos guardados que
podría escribir cientos de hojas con esas historias. Pero me cuesta, se me
atoran las letras en la punta del lápiz porque de forma implacable se abren las
puertas, las ventanas también están abiertas y aún… no conozco todos los finales.
Rafael Ghinaglia
12/08/2018
12/08/2018
3:00 a.m.