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domingo, 28 de mayo de 2017

Noches sin dormir

     Este año ha sido difícil y sé que tengo deudas pendientes que he ofrecido y cumpliré, sin embargo, escribir en medio de las conmociones de mi tierra es complicado, no hay manera de abstraerse a los acontecimientos y quiero, mantener este espació literario (aún cuando pienso que las letras son un medio de expresarnos). Entonces corrijo, quiero mantener este espacio para el "arte literario". Es por ello que, dentro de tantas tribulaciones y conflictos, dejo caer estas palabras que me han asaltado en una de las noches de preocupación y sueños desvelados.

Noches sin dormir 

      Somos un manojo de nostalgias derramadas por el suelo, acostadas en una luz tenue que vacila, con un dejo olvidado, con trozos de olvidos apagados, adormecidos, distanciados.
      Somos las reminiscencias de un pasado cercano y las expectativas de otro mas lejano, y la mezcla de fragancias de hoy, de ayer y de hace algunos años, no se cuantos o no quiero recordarlos, tal vez sean demasiados.
      Somos la imagen ya perdida que huele a muchas despedidas y a muy pocos regresos, si es que alguna vez hemos vuelto, o tal vez falte un último retorno cuando aún no hayamos muerto, cuando aún seamos corazón, lluvia y tormento y la pasión se aferre en cada uno de los huesos.
       Somos la cascada que nunca se detiene, con mas o menos agua, siempre golpeando a la roca que nos quiere, nos espera, nos ignora algunas veces, pero siempre nos recuerda, nunca cae la gota fuera de la piedra, y siempre está la piedra aunque el caudal baje como llovizna pasajera.
       Somos la gota de sangre, piel, carne y esperanza nueva, las ganas de vivir y respirar el aire que nos llega, el de alrededor, el del impulso, el de la única quimera, el de la mirada certera que huele a tierra, sol y ramas frescas. El embrujo de vivir nos envuelve, nos da plumas y alas aun cuando la tarde nos espera.
      Somos el ego del camino, del sendero caminado y el iluso sentimiento de creernos dioses de los cuentos inventados, de nuestro propio cuento con los mismos pasos dibujados, con finales abiertos mientras poco a poco nos vamos perdiendo en el desierto, aunque no sea cierto.
       Somos un manojo de nostalgias y recuerdos derramados por el suelo, tratando de dormir toda una noche, descansar toda la noche y despertar en la mañana ligeros de esperanza, lavados de recuerdos y aseados en el alma, aunque los recuerdos siempre sean recuerdos que llevemos en la espalda, hilados en el pecho, ceñidos en la frente, nuestra casa, nuestra vida, pasado, futuro y presente.
      Somos como un vaso de cristal y nos miramos a través, no importa cuanto te revuelvas siempre se ve algo de lo que es, siempre está la esencia, lo que construimos con los años y poco a poco vamos guardando para beberlo una y otra vez.
     Somos lo que somos, lo que soñamos, lo que quisimos, lo que añoramos, somos aquello por lo que luchamos que al final es lo que amamos.
     Somos en definitiva cada ladrillo que colocamos, desde niños hasta ancianos, cada día, en cada espacio, en cada resquicio, en cada trabajo, sonrisa, palabra, tiempo y mano.
     Y al transcurrir de los años nos sentamos al borde, en un borde, cualquier borde, miramos el espacio de un cielo azul, nublado o estrellado, miramos un horizonte verde, gris o marrón ya trillado y sí, somos un manojo de nostalgias y recuerdos derramados.


Rafael Ghinaglia 
Caracas 26/05/17