Translate

lunes, 18 de noviembre de 2013

Por un poema que leí...

     Esto lo escribí por un poema que leí... mas que por el poema por la frase que venía con el: "(después de 23 años sin intentar hacer poesía: 15 nov 2013)"  escrito por Francia Medina. Aunque no exista relación alguna con el poema (aparentemente).

     Es algo más profundo, o por lo menos solía pensar que lo era, en los cientos de noches sin sueño llenas de sueños, de las angustias del día de mañana, del vivir la vida por unos principios sean cuales sean, pero principios, de las angustias de que vas a ser y como vivir, y a quién abandonar y dejar atrás, o a quién esperar a futuro y quién, tal vez, te esperará. De la ansiedad de romper cadenas que siempre están en nosotros mismos y correr, correr en ese sueño recurrente atravesando calles y avenidas, un cerro tras otro esperando que al fin sea la última calle y luego un bosque abierto a lo que creía, era la libertad.
     Pero siempre había una calle mas, otro camino, otra vía. Pero siempre había una calle mas que trataba, poco a poco, de diluir mis ganas de escapar. 
     Y ahora en esta noche sin sueño, con otros caminos y otras realidades sigo tratando de escapar, porque es algo mas profundo como solía pensar. Correr hacia adentro, pasar mis propias paredes a través de ventanas en vez de cerros, hacia bosques de ilusiones sin calles de realidad, tres pasos más hacia la soledad, pero tratando de llevar conmigo a muchos mas, paradojas eternas, sólo entre los demás con su soledad tan desigual, y los árboles frondosos del bosque llenos de hojas, cada una individual, parte de todo, a la espera también de escapar al marchitar.
     La diferencia es que en mi nada está marchito, todo reverdece, las mismas hojas en el mismo lugar, pero con nuevos horizontes para volar, es como si todo volviera a empezar y si, definitivamente, es algo mas profundo, tan profundo como solía pensar.

Rafael Ghinaglia
18/11/2013   

lunes, 4 de noviembre de 2013

El orígen de mis cuentos (III o Parte final)

     En segundo año de bachillerato (8vo grado hoy en día) tuve un profesor de literatura excelente, dedicado a la escritura y la investigación literaria, cosa que para el momento yo no sabía y no le daba tanta importancia. Este profesor tenía su propio libro de castellano y literatura adaptado al programa oficial vigente para la época, y hoy en día al revisarlo me doy cuenta de cuantas cosas aprendíamos que han desaparecido de las cátedras en las escuelas, el caso es que una de las estrategias que utilizaba en sus clases consistía en la lectura por capítulos de Las lanzas coloradas, original de Arturo Uslar Pietri. Nos turnábamos para leer en voz alta todo el capítulo en las dos horas de clase y al final nos pedía que escribiéramos, como tarea sin fecha de entrega, un ensayo sobre lo que habíamos leído. Por supuesto, como buenos adolescentes de catorce años no teníamos ni idea de lo que era un ensayo y al final escribíamos cualquier cosa que se nos ocurría. El resultado de esto es que, a fuerza de corregirme cada cuartilla, fui entendiendo de alguna manera lo que significaba un análisis literario y una síntesis de un texto dado. Así que por primera vez pude ver de otra forma todo lo que había leído y me aboqué a releer con otros ojos. Espero que si mi profesor llega alguna vez a leer esto se sienta recompensado, porque creo que lo que el trataba de inculcarnos, al menos en parte, me quedó internalizado y logró su cometido, para él, que ahora nombro, Domingo Lima-Dominguez vaya mi agradecimiento y reconocimiento mas sincero.
     En fin, ya no tenía mi "chicamusainspiradoradetodosmissuspiros", ya había quemado todas sus cartas, ya no podía ver los libros y cuentos de la misma forma, y ya no lograba escribir una cuartilla sin releerla y revisarla críticamente. Esto creó en mi una división en mi forma de escribir: lo que escribía impulsivamente de acuerdo al momento, la situación, el pie con el que me levantaba o la servilleta que me encontraba; y lo que escribía pensado y premeditado basado en un estímulo dado. Una frase, una palabra, una imagen.
     De todas maneras, aunque pensados, eran textos breves e inconexos sin un fin último, hasta que ocurrieron dos cosas casi simultáneas. La primera fue que en una fiesta a alguien, cuyo nombre difícilmente pueda saber, se le ocurrió leer la servilleta que estaba escribiendo "ese niño raro que escribe en una fiesta", sus palabras fueron para mi sorpresa: "Tienes que darle un significado y una orientación a lo que escribes, no basta con escribir, hay que darle un sentido, unos párrafos sueltos no dicen nada". 
     Esa frase caló completamente en mi desbocado cerebro de 14 años y coincidió con la segunda cosa crucial para el inicio de "Caballo de los Sueños". En esas fechas El Diario Meridiano del Bloque de Armas lanzó la convocatoria al I Concurso de Cuentos Deportivos Meridiano.
     Con este concurso de cuentos ya tenía un objetivo bien tangible y claro, me senté una tarde a escribir un relato deportivo en donde invariablemente puse mucho de la forma en que yo veía la vida, y como yo pensaba que debía ser. Así nació mi primer cuento, Mil quinientos metros.
     Por supuesto, ustedes se preguntarán que pasó con el concurso y la verdad es que una vez que estuvo terminado el cuento, jamás lo envié, lo que si hice fue tomarle el gusto a escribir historias y relatos, que al final, son mi forma de expresar lo que quiero decir, reflejar mi sed de aventuras (que sigue siendo en la actualidad una de las cosas que mas amo) y dejar volar mi imaginación y mis ganas de crear.
     Aquí termino esta historia del origen de mis cuentos, del inicio de "Caballo de los sueños" (Si los recursos lo permiten saldrá publicado en el 2013) y no sigo para evitar ponerme emotivo y me instale a escribirles 10 páginas mas. (algo tengo que dejar para la próxima). Así que espero tengan una buena semana y buenos libros que leer.